Volvemos a tener de actualidad un hecho de privacidad. O de invasión de la privacidad, por ser más concretos, hasta el punto de hacer exposición pública y masiva de un vídeo personal. Basta con añadir que incluye contenido sexual y que la persona es popular para hacer el tema más viral. Mayoritariamente, en las redes sociales, se ha bromeado o escarnio, pero también hay quien ha puesto la sensatez necesaria para advertir que lo grave de la cuestión es que alguien ha hecho difusión pública de un contenido privado sin consentimiento de los afectados, y eso es susceptible de delito.
Cuando esta difusión pública se escapa de la voluntad de las personas fotografiadas o grabadas en vídeo, todo el mundo tiene claro se está exponiendo a aquellas personas a situaciones, más o menos graves, que en ningún caso han sido su decisión. Ahora bien, esta sobreexposición es muchas veces voluntaria y entonces parece que se minimizan los riesgos. Es un error pensar que tenemos el control de todo lo que publicamos o difundimos y que se hará siempre su uso que, inocentemente, teníamos en la cabeza a la hora de colgarlo en las redes, por ejemplos. Esto es especialmente grave cuando hablamos de menores. Tanto que, como con otras situaciones, se ha etiquetado de una manera concreta para poner foco y ser conscientes de lo que implica.
Es lo que se ha bautizado como 'sharenting', de las palabras en inglés 'share', compartir, y 'parenting', crianza o paternidad/maternidad. Consiste en la difusión a través de las redes, o no sólo, de las actividades de sus hijos e hijas sin demasiado filtro a la hora de preservar su privacidad. No es nuevo, pero existe una tendencia al alza que preocupa. Documentar todo lo que implica la crianza, hacer un seguimiento de lo que hacen, cómo y dónde los menores, es poco recomendable y, además, un riesgo para su derecho a la intimidad y la reputación infantil.
Cuanta gente conocemos que publica nombres, fecha de nacimiento, edad, dirección, gustos, localizaciones, actividades rutinarias… pistas que pueden acabar en ciberdelitos, ya sea de suplantación de identidad, acceso a cuentas, contraseñas, por no decir ya que las imágenes o vídeos de menores pueden ser utilizadas para la pornografía infantil.
El uso responsable de las redes, con limitación de la difusión de las publicaciones, geolocalización y, sobre todo, la minimización de contenido identificable son altamente recomendables. Al menos, hay que evitar la sobreexposición de niños y niñas.
Un segundo de reflexión antes de publicar puede ser muy valioso. Seguimos con la pedagogía.