Escuelas que ponen manos a la obra

Es una decisión tan razonable que parece mentira que haya tardado tanto tiempo en tomarse. Y de hecho, no es mayoritaria.

Muy recientemente, se está extendiendo entre las escuelas el hecho de adoptar una nueva política en sus redes sociales: no publicar imágenes de los alumnos en los que se les pueda identificar claramente. Pese a contar con los permisos necesarios para utilizar las imágenes de los niños y niñas, han tomado la decisión de priorizar su privacidad y garantizar que su presencia en internet no les afecte negativamente en el futuro. Esta tendencia ha sido bien recibida por muchos padres y tutores, que comparten la preocupación por la seguridad y privacidad de sus hijos en un mundo cada vez más digitalizado.

Hasta ahora, los derechos de imagen de los menores se habían solicitado para usos muy concretos como la elaboración de materiales educativos o internamente dentro de la escuela. Pero con el auge de las redes sociales, este control se ha difuminado y se ha abierto la puerta a una difusión masiva de imágenes. La publicación de estas imágenes en Instagram, Facebook u otras plataformas no sólo aumenta la visibilidad de los alumnos, sino que también los expone a riesgos que a menudo no son considerados suficientemente. Estos riesgos abarcan desde el uso no autorizado de las imágenes por parte de terceros, hasta la posibilidad de que estas imágenes queden archivadas permanentemente en bases de datos accesibles en el futuro.

Por eso, es necesario aplaudir esta nueva política para la protección de la identidad digital de los menores. Cuando publicamos imágenes de ellos en las redes, estamos contribuyendo a crear una huella digital que podría influir en su futuro. Un niño que aparece en una fotografía hoy quizás no quiera que esta imagen esté disponible cuando sea adulto. Además, las escuelas deben entender que el contexto educativo debe ser un espacio seguro y protegido, donde los alumnos puedan desarrollarse sin la presión que implica estar constantemente expuestos al escrutinio público. No hace falta, allí también, fomentar esta sobreexposición a los menores. Todos debemos entender que en un mundo hiperconectado, mantener la propia privacidad es esencial para preservar nuestra seguridad.

Es importante recordar que las imágenes de los menores son especialmente sensibles y, por tanto, deben ser gestionadas con un cuidado extremo. Garantizar la privacidad de los niños y niñas en las redes sociales es una responsabilidad compartida por escuelas, familias y la sociedad en general. Con medidas como ésta, estamos contribuyendo a crear un entorno más seguro y respetuoso para las futuras generaciones.

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