Es uno de los temas que marcarán el año político por las implicaciones que tiene disponer de un software específico para espiar a rivales políticos, pero en el fondo no es un tema nuevo. Aquí se está llevando al máximo nivel mediático por tratarse de las personas de las que se trata, sin embargo, es posible extrapolar la situación general a todas partes.
Repasamos. A estas alturas de partido, todo el mundo tiene claro que los dispositivos de telecomunicaciones contienen informaciones personales de todo tipo, algunas de menor importancia y otras mucho más sensibles. También sabemos que como herramientas de comunicación, las utilizamos para intercambiar información con otras personas… La gran alerta: todo el mundo es consciente de que, como tecnología, puede tener debilidades y propiciar fugas de información no deseadas. Claro que esto no suele ser por azar, falta la última pieza: el ciberdelincuente. Aquel dispuesto a explorar todas las opciones posibles para aprovechar las vulnerabilidades de los sistemas para sacar provecho, ya sea en términos de información confidencial, sensible o relevante, ya sea en términos económicos, mediante chantajes o directamente robos.
¿Qué hacer para evitarlo? O al menos, para minimizar los riesgos que esto suceda. Modestamente, lo que venimos desde hace mucho tiempo predicando: pedagogía y formación para la prevención y las buenas prácticas. Porque en su escala particular, tanto en lo personal como profesional, nadie está exento de poder ser víctima de espionaje o ataques contra la seguridad de sus dispositivos electrónicos.
A menudo hemos hecho recordatorios de cómo proteger estos aparatos, como el móvil o el ordenador personal y nunca puede decirse que es suficiente. Recordamos algunas de estas recomendaciones, como tener algún patrón o contraseña de bloqueo personal cuando no se está utilizando para evitar que cualquiera lo pueda utilizar, utilizar contraseñas seguras, mantener actualizados los sistemas operativos y utilizar algún software antimalware, evitar las redes de Wifi públicas, entender qué estamos permitiendo cuando instalamos alguna aplicación y si los permisos de correos dudosos o abrir archivos adjuntos de fuentes fuera de nuestro entorno seguro.
Obviamente, esto no es todo y no es fácil del todo al salir adelante, si no, no estaríamos ante un fenómeno en crecimiento que aumenta progresivamente su peso proporcional dentro del conjunto de la criminalidad. Los últimos datos de cibercriminalidad en España recogen un aumento de casi el 32% de estos hechos en 2020 respecto a 2019.