Los días 26 y 27 de mayo, parte del equipo de Windat asistió al Congreso Internacional de Privacidad organizado por la Asociación profesional española de privacidad (APEP) y ha sido mucho más que asistir a un evento sectorial: ha sido vivir de primera mano el punto de inflexión en el que se encuentra nuestra profesión ante la irrupción de la inteligencia de la inteligencia.
El objetivo del congreso estaba claro: reflexionar sobre el futuro de los datos personales en la era de la IA. Pero lo que ha quedado más patente es que este futuro ya está presente, y que las
decisiones que tomamos hoy, tanto desde la regulación como desde la práctica empresarial, determinarán si esta tecnología se orienta hacia la confianza o hacia la vigilancia.
Desde nuestro despacho constatamos cada día cómo muchas empresas todavía ven la privacidad como una carga. Pero la IA, con su capacidad de procesar datos masivos, ha dejado en evidencia que la protección de datos no es sólo un derecho, sino una necesidad estratégica. Evitar usos indebidos, garantizar la transparencia de los sistemas automatizados, ofrecer garantías a los usuarios… ya no es opcional: es la condición para operar con legitimidad en el mercado digital.
El debate sobre cómo casar el RGPD con la nueva regulación europea de inteligencia artificial muestra hasta qué punto necesitamos una mirada coordinada. No podemos exigir responsabilidades claras sobre sistemas opacos. Tampoco podemos hablar de confianza si no somos capaces de auditar los algoritmos, explicarlos u ofrecer vías de reclamación eficientes.
En ese contexto, el papel de las empresas de asesoramiento es más relevante que nunca. No sólo para garantizar el cumplimiento legal, sino para ayudar a las organizaciones a construir un marco ético y sostenible de uso de la tecnología. Es necesario integrar la privacidad desde el diseño, realizar evaluaciones de impacto que no sean sólo un trámite, y generar cultura interna sobre los riesgos asociados a la automatización.
El congreso ha servido para confirmar que el sector está madurando, que existe una comunidad profesional activa, crítica y comprometida. Y también para ver que no estamos solos: las
instituciones, el tejido empresarial y la sociedad civil comparten la preocupación por el rumbo que va a tomar la IA. Necesitamos rigor, pero también coraje.
La inteligencia artificial no es incompatible con la protección de datos. El verdadero reto es hacerlas compatibles con criterio, visión y responsabilidad. Y en este camino, quienes trabajamos en privacidad tenemos mucho que decir… y mucho que hacer.