Metaverso

Es algo tan reciente, que toda prudencia es poca para hablar del tema. A menudo hablamos de que la tecnología, como la vida misma, va más rápido que las normas que intentan regularla y en términos de privacidad y protección de datos estamos muy habituados a que sea así.

La máxima expresión de esta situación la encontramos ahora mismo con el metaverso, un entorno virtual que lleva al límite cualquier planteamiento anterior respecto a las personas y la tecnología. La Agencia española de protección de datos define al metaverso como un entorno virtual plenamente datificado desde su diseño y concepción, por lo que puede ser muy intrusivo. El conjunto de datos tratados aumenta de forma exponencial, por lo que los nuevos retos para delimitar lo que hasta ahora creemos que teníamos más o menos controlado son mayúsculos.

El metaverso es la elevación de la actividad en redes sociales a un nivel extremo, superando la simple aportación discursiva o visual de las redes que conocemos ahora, y llevándola hasta el punto de incluir dimensiones como la social, económica, política o emocional. Es decir llegar a virtualizar todos los aspectos de desarrollo de la persona. El planteamiento del metaverso es que puedes tener una vida llena en un mundo virtual. Es una experiencia absolutamente inmersiva en espacios virtuales y allí puede actuar socialmente con una identidad digital absolutamente aislada del mundo real, si así se quiere. Si lo pensamos, las aplicaciones son infinitas. ¿Y entonces? ¿Cómo se puede intentar regular mínimamente esto? Economía, ocio, juegos, trabajo, educación, salud… Y claro, en todo esto hay posibilidad de negocio, por tanto, ¿quién quiere perdérselo? Aunque sea por no dejar pasar el tren.

Debemos coincidir con las reflexiones que está haciendo la AEPD sobre el metaverso en cuanto a detección de riesgos en muchos ámbitos, sea la vigilancia masiva, la discriminación, la pérdida de autonomía personal, el fraude o la suplantación de identidad. Y como dice, incluso riesgos personales, en la medida en que puede intervenir sobre la propia salud.

No estamos preparados para todo lo que puede llegar a suponer permitir que la vida, real o virtual, gire en torno a decisiones de ciertos algoritmos. Y ya no es ciencia ficción. Ahora puede parecer que todo esto nos queda lejos y que el día a día común, nuestro trabajo ordinario está fuera de ese alcance. Pero volviendo a lo que decimos al inicio, esto va a una velocidad de vértigo.

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