El tema lo hemos comentado ya alguna vez y, como se podía prever, tarde o temprano debía ser motivo de polémica.
Cuando, en su momento, se presentó el pasaporte Covid, o Certificado Digital Covid-19 de la Unión Europea oficialmente, la medida estaba justificada por el hecho de poder facilitar la movilidad y no entorpecer más la actividad económica, que estaba sufriendo por la pandemia. A grandes rasgos, el objetivo era que actividades comerciales y turísticas pudieran iniciar la remontada lo antes posible. Lógicamente, ya hubo voces de alerta cuando toda esta teoría tocaba con los pies en el suelo. ¿Unos sí y otros no? Todo en función de si en su territorio se tiene acceso a la vacunación y, por tanto, al salvoconducto. No va a generar discriminación ni desigualdades, se decía en su defensa.
La realidad es que sí. Sólo por llevar ritmos de vacunación diferentes, la Unión Europea fomenta y permite tratos desiguales a sus ciudadanos. Y eso que en otro momento sería motivo de crítica, este año se justifica por la pandemia y se tolera mayoritariamente. Con una información de salud de antemano y sobre la mesa, recordamos dato de carácter personal sensible, se habilitan derechos a unos u otros, según la situación personal de cada uno.
Sin pasaporte, comienzan los problemas. Es decir, sin vacunarse. Ciertamente, el bien común de la salud colectiva puede plantearse como una finalidad superior a la decisión personal de cada uno de cuándo vacunarse o no hacerlo. Pero los últimos pasos comienzan a ser coercitivos. ¿Limitar la movilidad a los no vacunados? ¿No permitir la asistencia al puesto de trabajo? o en menor medida, no permitir el acceso a espacios interiores… Así de entrada, derechos fundamentales, no sólo a la privacidad y protección de datos personales, parecen bien tocados. La cuestión es que hay ciertos territorios que anuncian medidas en esa línea. Y justo cuando hace pocos días se ha cuestionado desde el Tribunal Constitucional el decreto del estado de alarma en las semanas más duras y demoledoras de la pandemia. Si entonces, ni Covid debería haber permitido un confinamiento y unas limitaciones que todo el mundo entendió, ¿qué hacemos ahora?
Veremos si antes de tomar algo en una terraza este verano en algún momento se nos pedirá la pauta de vacunaciones. Exageración (o no) aparte, de cara al verano, no está de más recordar que la privacidad no debe irse de vacaciones. Pensamos si hace falta publicar fotos de todo lo que hacemos, de las fechas que estamos fuera de casa, con quien cenamos y cómo juegan los niños en la playa. Si exigimos por un lado, no lo hacemos saltar por los aires por otro.